jueves, 29 de octubre de 2009

martes, 20 de octubre de 2009



Por Muppet M


Viajé sola desde muy chica. A los 10 ya me subían al avión para visitar a mi familia en NY.
Yo, feliz, porque en la prehistoria de la cajita feliz, el menú infantil de los aviones venía con juguetes tamanio natural, además de hamburguesas, papas fritas y golosinas que en los kioscos de Buenos Aires ni existían.
Lo más difícil de hacer era migraciones, pero los oficiales de Tierra se ocupaban de hacerlo por mí. Yo nada más tenía que usar una carterita colgando del cuello como un barril de San Bernardo y con eso me iban agarrando en los distintos aeropuertos, como un bulto más que decía "conexión a" y me subían y bajaban de los aviones como una refugiada a quien sistemáticamente ofrecían comida, juguetes y frazaditas grises.

Nunca supe bien en dónde estaba, pero sabía que mientras me pasaran de guarda en guarda y luego a un avión y no pediera el pasaporte todo iba a estar bien. Por ese entonces siempre había como mil escalas. Una vez me tocó ir a Chile y como era una parada de ocho horas nos llevaron a pasear por Santiago, pero yo ya me quería volver a casa y dormí todo el rato, ni siquiera me desperté para almorzar, recién reaccioné cuando me sentaron en el pre embarque.

Mientras esperaba para subir, un tipo se murió enfrente mío. Se agarró el pecho y se cayó para el costado.
Yo estaba sola, nadie me dijo"no mires". Yo vi toda la escena, cómo tataban de revivirlo, todo. Y yo no me asusté. A los 10 las cosas son siempre como son.