lunes, 6 de agosto de 2012

Algún día


Detuvo el auto y me subí. Intenté distinguirlo, pero el recorte de su cuerpo se extendía más allá de las sombras. Recordé un sueño de la infancia: un hombre sin rostro, con capa y galera me invitaba a flotar por la ciudad en camisón como en un cuadro de Chagall. El hombre sin cara me tendía el sombrero y yo recorría la noche desde el cielo.

Comenzamos a bajar la rampa del garage. Otra vez el camisón. Mi cama era un auto que salía del estacionamiento a toda velocidad. Ahora, el movimiento del auto es demasiado sutil mientras dobla la curva antes de la rampa.

Miro al frente, el asfalto escalonado es lo único visible. Algún día, dice y yo en mi mente grito bingo. Ya dijo: tal vez, puede ser, quizás, es probable y quién sabe. Sólo faltaba algún día.

Bajamos la rampa a oscuras en caída libre. El auto levita, como yo en mi sueño, en el sombrero del hombre sin rostro. Las paredes se salen de plano, nos rodea una fuerza centrífuga. Las paredes chocan, yo choco contras las paredes y al fin me entrego a lo inevitable.

Está de espaldas y no sé si abrazarlo con las manos frías. Algún día vas a tener que creer en algo, digo mientras pienso que algún día yo también tendré que creer en algo más.