jueves, 25 de octubre de 2012

El bobo entusiasmo



Aa pero si hay algo que me pone los pelos de punta es mi incapacidad para cortar el rostro.
Tengo dos problemas: soy despistada y cero rencorosa.

Esto en teoría debería ser una virtud: estoy rociada en fritolim ante cualquier situación molesta de tener que cruzarme con gente que no me interesa.

Sin embargo es un defecto no ser reconrosa, porque entonces me pasa, por ejemplo, que me cruzo con un ex (jefe idiota, novio, amiga) y lo que me sale es saludar con simpatía genuina para incomodidad del otro.
Después me quedo regulando "debería haberle pintado la cara" y cosas así, pero en el fondo si no tengo un problema con esa persona porque no me importa más, ¿por qué no saludarla como cualquier otra, preguntarle cómo está, felicitarla/o por su trabajo nuevo y desearle suerte en sus cosas?
  El problema es que la gran mayoría de las veces quedo pagando: en general el otro sí es rencoroso y resulta que yo quedo desubicada por alegrarme y darle buenos deseos.
Suena muy Flanders, pero en general creo que todos se merecen estar bien. Sobre todo si le toca buena suerte a algún infeliz que seguramente lo arruinará todo muy pronto.

Pero, bueno, siempre me queda un no se qué después de cruzarme con esta gente enroscada. Termino en el  offiside permanente por saludar y alegrarme. Me reprocho "no tener más orgullo" ante un otro que primero te hace un falso y después el vacío.
¿Qué sería el orgullo en este caso?


Lo peor es que la próxima vez que me cruce con un ex-nadie muy probablemente me pase exactamente lo mismo: me alegraré por sus novedades y volveré a quedar en offiside por mi bobo entusiasmo.

jueves, 4 de octubre de 2012

Call me now


Cada vez me molesta más hablar por teléfono. Me da pereza, por sobre todas las cosas y cada vez sé menos qué decir. Parte de mi familia vive lejos, pero casi nunca nos llamamos, es todo por mail. Es una fiaca el silencio normal de la falta de costumbre, aunque nos hayamos visto hace 3 semanas. Hablar por teléfono es un embole. Y jamás pensé que me pasaría una cosa así; de chica y no tanto las peleas territoriales con mi vieja por el teléfono eran feroces. Tanto ella como yo nos colgábamos HORAS a charlar con amigas o yo con algún novio.

Hoy NADIE te llama sin pedirte permiso. Es un desubique como mínimo que te llamen a tu casa sin avisarte antes que te van a llamar.
O al celular. A menos que sea un llamado funcional, no existe que te llamen al celular (al menos en mi grupo etario).
Es un desconcierto generalizado la torpeza de qué hacer con lo llamados por teléfono. ¿se hacen o no se hacen? ¿Cuál es la etiqueta adecuada? ¿Cuánto está bien hablar? 
 
El llamado es invasivo, inquieta. Ya nadie espera un llamado (ah, cuando había que dejar libre el teléfono porque iban a llamar...) y casi nunca es alegre: un llamado es para darte coordenadas, pedir algo, hacer algo, etc. Puras instrucciones. Un mail o un chat sí lo espero: siempre va a ser recreativo y agradable toparte con alguien con quien hace mucho no chateás.

Pero hay algo más en lo tranquilizador de la palabra escrita: se lee con la propia voz, no hay invasión ajena del otro lado del éter. La propia voz es todo lo que queremos escuchar y a lo que estamos acostumbrados; un llamado es un gong que nos despierta del monólogo interior permanente. "Nos vemos en un rato" en un mensajito donde yo misma me veo con otro en un rato. En cambio si me llamás y me decís que me vas a ver en un rato, es distinto. No sé si mejor o peor, pero es distinto.