jueves, 29 de noviembre de 2012

Palpitando el 2013



Es un poco pronto, ya sé. pero mi cabeza ya está vacacionando en otra parte lejos de la motosierra del edificio que están construyendo al lado.

Estos son algunos de mis planes para el 2013:


1. cambiar de celular
2. aprender a hacer ñoquis
3. tirar las revistas de decoración de 2005
4. me la reservo
5. dejar de tomar taxis (o menos)
6. descubrir si mi vecina de abajo está construyendo o no un reactor nucelar
7. terminar mi segunda novela
8. conocer Bulgaria 
9. comprarme un megáfono
10. Escribir 2 horas cada mañana (ficción o boludeces, no de trabajo)


jueves, 22 de noviembre de 2012

Vagando por las calles


Como todavía estoy renga, camino despaciiito: de la kinesióloga a casa y viceversa. El resto, taxi. O, si estoy muy motivada, transporte.

Miro bastante el piso porque es no es tan fácil arrastrar una pierna que pesa un kilo más que la otra. Bueno, este fue el safari de hoy:

Mother earth


Que me garúe finito

y que no me dejen plantada 

en el reclamo infinito


jueves, 15 de noviembre de 2012




- Vení, pasá por acá. Ponete la bata y esperá en la sala.

Entro al cambiador y sigo las indicaciones. Podría esperar adentro hasta que me llamen, me incomoda un poco que el velcro se me abra del costado. 
Afuera se escucha una receta de mojitos de toronja que pasan en la tele. Da igual donde espero, pero prefiero hacer caso en todo. 

En la sala de espera hay cuatro mujeres, tres de ellas con el mentón en dirección a la tele, los brazos cruzados y la cabeza en otra cosa. Tenemos entre treinta y sesenta y la misma bata cubriendo el torso. Cruzamos algunas miradas solidarias.

La cuarta está vestida y sentada en un rincón. No mira la tele, disca números en el celular, se arrepiente, se agarra el pelo. Tiene rulos vaporosos y un vestido liviano. La sala tiene poca luz y una a una van llamando hasta que quedamos la mujer del vestido y yo.

Ahí en su rincón empieza a llorar despacito. En la tele, el cocinero revuelve el mojito de toronja con un mar turquesa de fondo. 
Me acerco y la abrazo: "es mi hija la que está mal," dice y aunque me da verguenza yo también lloro. Nos quedamos así un rato hasta que me toca el turno. 
Cuando salgo de mi estudio, ella sale del toilette, todo lo recompuesta que puede. Detrás de las puertas vaivén la espera la hija -tendrá veintipico- y ella tiene que ir a contenerla.

martes, 6 de noviembre de 2012

Mi pie izquierdo




Este es mi segundo esguince en el mismo pie, el tercero si contamos que tengo dos piernas.

Si los esguinces son como los tatuajes, prefiero detenerme acá y que quede impar la cosa.

Lo bueno de tener un blog es que puedo rastrear algunos eventos, como por ejemplo que mi esguince anterior sucedió el 20/08/2008, en una fiesta muy bizarrara de trabajo, donde un trencito me llevó a pisar mal y terminar la madrugada en la guardia del Hospital Alemán.





No sé la fecha exacta del primer incidente, pero sí me acuerdo que fue en la esquina del Carlitos de Gesell, a los dos días de empezar mis primeras vacaciones con amigas. Tenía 18 y demasiada adrenalina. 
Era la prehistoria del rock chabón, las banditas iban de gira por la playa y todas nos agarramos alguno: la más pelirroja y hermosa salía con el de los Caballeros de la Quema, otra con alguno de La Renga y yo era groupie/medio novia del bajista de una banda que no prosperó pero que ese verano estaba en auge. 

Después del reposo me hicieron un yeso "waterproof" pero si me metía al mar se me hundía la bota (aunque le pusiera una hermosa bolsa para cubrirlo), así que me pasé el verano en la lonita y de la mano de mi chico bajista que se afeitaba la mitad de la barba y la otra mitad se la dejaba crecer.


Debo decir que ese yeso me lo firmaron casi todos. Una pena que no lo guardé: era un trofeo del rock n´roll nnnenen. 



jueves, 1 de noviembre de 2012

Fina stampa





La ropa tiene un kilometraje implícito: el jean es todo terreno, el pijama tira hasta la puerta de abajo, las ojotas van unas 5 cuadras y la planta del pie en mi caso no va más lejos que la puerta de la habitación. 


Pero la joguineta tiene un ancho de banda indefinible: sirve para trabajar, para dormir, pero también para bajar al chino o pasear al perro. 
Si en algo se destaca la joguineta es su propiedad intrínseca de rebote: vas y venís. Por eso también te puede llevar al banco, a la prepaga y hasta algún viaje relámpago en auto.


Las joguinetas deberían venir con un timer: más de 5 minutos o 5 cuadras y después se autodestruyen.


Sino puede pasar como el otro día que me bañé, me calcé mi joguineta favorita (disimuladora, de violeta furioso, calentita, de algodón y con tiritas ajustables) y así estuve todo el día sin darme cuenta de la hora. 
Salí apurada y apenas crucé la avenida algo cambió para siempre: de un lado, yo con pantalón de puños, maxi ojotas y remera con estampa; del otro,  mi impunidad atropellada por el 152.