lunes, 10 de diciembre de 2012

Octubre rojo


El otro día me llamó la atención que estuvieran podando los árboles en pleno octubre, porque, según dicen, la poda sucede en los meses que empiezan con "M". 

Si no puede pasar lo que una vez me contaron: resulta que un chico le regaló una planta a su chica. Se separaron, esas cosas que pasan. Y la planta casi se muere de tristeza. Y ella también porque veía la planta cada vez más oxidada, con menos hojas, raquítica. Entonces una noche fue y podó a ver si se curaba. No podía ver cómo los tallos se ponían color ceniza.

Pasaron los días, pero la planta siguió igual. Ella regaba de puro obstinada, hasta que un día surgió un brotecito verde. De a poco, como una especie de musgo enredado, todo se puso verde: hojas nuevas, tallos cada vez más fuertes, raíces en el fondo de la maceta y puntitos rojos  en la punta de las hojas. 
Sólo faltaban las flores que esperaba que fueran muy rojas, espesas y brillantes, como las del vivero de la esquina de su casa.

Las flores aparecieron una mañana de lluvia y no eran como las del vivero, a pesar de que era la misma especie. No crecieron de a poco, sino que estallaron de golpe, rojas, con fragancia animal, rebordes dentados y una línea que dividía a la flor cerrada en dos. De costado, se podía ver que las flores dibujaban un ángulo cerca del tallo, como una mandíbula. Los estambres eran como periscopios que brillaban de noche y toda la planta se volvía una estrella roja. 

Cuando ella se acercaba a regar, la planta parecía estremecerse, doblar el tallo cuando le daba la espalda para ocuparse de las otras macetas. Doblaba las hojas y las flores se torcían como si ella que regaba su balcón fuera un sol de noche. 

Y habrá sido el viento o la tormenta inesperada lo que tiró a todas las macetas que una mañana quedaron apiladas contra un rincón, semi mustias. 
Con cada tormenta, la planta de flores rojas se volvía cada vez más gruesa y carnosa, imbatible hasta para las hormigas que hace tiempo ya no aparecían por ahí.

Un día, de la nada, la maceta se materializó al lado de su cama. Tal vez la había traído dormida para protegerla del viento. Las raíces sobresalían de la maceta, rugosas y al llevarla de regreso al balcón vio un camino de migas de tierra y el vidrio roto. La tormenta o alguien había tirado una piedra.

Un poco asustada dejó la planta el el balcón y fue hasta la cocina a preparase un té. Y mientras ponía el agua, ahí, detrás suyo, la planta de flores rojas la esperaba de pie a que ella se acercara un poquito más.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Mi mundo cartonero


Cuando era muy chica tenía la costumbre de pedirle a mi mamá que me recortara todas las cosas que me gustaban de las revistas. Todavía está vívido el recuerdo de una publicidad de una libretita de Sarah Kay celeste sobre fondo oscuro y la desilusión de que al recortarlo de la hoja no se había materializado en una libretita de verdad.
Creo que ese fue mi primer contacto con la realidad de los objetos.

Pero el gesto de cortar y guardar se mantuvo. Tal vez más conceptual: me inspiro en algunas ideas, renuevo proyectos, me identifico con algo que leo, etc. No me interesa mucho la información como realidad en sí misma, sino con cosas que puedo usar para armar mi propio recorte.

Así que tengo una carpeta donde guardo todo tipo de cosas: viajes, lugares para visitar, paredes con alguna decoración para hacer algún día en otra casa, peinados, vestidos... El clipping empezó cuando era periodista freelance y tenía que pensar en sumarios para mi kioskito de revistas y diarios donde colaboraba y así fue creciendo.
Y aunque hoy existe internet, mantengo la carpetita acordeón intacta, sólo que se van renovando los recortes. Excepto por aquellos que me siguen interesando.

Y tiene algo de autodescubrimiento. Por ejemplo, me enteré que era fan de Lorrie Moore mucho antes de leerla siquiera. Tengo un artículo recortado de 2002 donde habla acerca del oficio de escribir.

Años después me la recomendó una amiga (ni me acordaba del recorte) y así empecé hasta que leí casi todo lo que tiene publicado. 

La manía de recortar también se aplicó a tomar notas de frases que me gustan, maneras técnicas de escribir, imágenes inspiradoras, esas cosas. Después no siempre entiendo porqué recorté o marqué algún párrafo. Tampoco importa tanto porque tal vez sea información ya procesada, parte de mí, de algún concepto internalizado o vaya a saber.

Así que entre mi cartonerismo encontré este pasaje:



"...Olena había aprendido a seguir la mirada de Nick, a percibir su lujuria y cuando por fin salía, aunque fuera para ir al trabajo, llevaba en la memoria los deseos de él. Miraba a las mujeres como las miraría él (...) de una manera furtiva o desembozada (...) contemplaba sus ojo y sus bocas y se preguntaba cómo serían sus cuerpos. Pero también era ella misma y por lo tanto las despreciaba. Le daban placer, pero también las hubiera golpeado (...).

Comenzó a ponerse prendas de Nick (...) para sentirlo cerca, para tratar de comprender porqué había hecho eso. Y en esta nueva empatía (...) creyó entender lo que era hacer el amor con una mujer (...)

¿Cómo podía ese hombre no amarla, no estar agradecido y maravillado? Ella era tan misteriosa, tan dueña de sí, un pensamiento no compartido daba brillo a sus ojos. Cualquiera desearía seguir con ella para siempre.
Un hombre enamorado, eso era un hombre enamorado. 
Tan distinto de una mujer. Una mujer limpiaba la cocina. Una mujer daba y ocultaba, daba y ocultaba, como algunos juguetes mecánicos."


(Lorrie Moore, Vida Comunitaria en "Es más de lo que puedo decir acerca de cierta gente").