lunes, 10 de octubre de 2011


Camina por el pasillo del tren, la música a todo volumen. El tren sube y baja, pero no se moja la remera cuando toma vino de la botella de cocacola.
En el descanso de los vagones, unos chicos juegan a las figuritas. Tienen su misma edad, vienen del colegio. Tal vez son hermanos. Abren una bolsa de caramelos; desde lejos titilan como las luces de la ruta. Los auriculares no dejan entrar las risas, pero puede ver las bocas grandes, abiertas, llenas de caramelos con gusto a banana y frutilla.
Un último sorbo de vino y tira la botella hacia atrás, sin mirar. El plástico rebota tres veces, rueda con el moviiento del tren, sigue su trayectoria hasta los pies de los hermanos que la levantan y juegan al karaoke hasta la próxima estación.


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