lunes, 3 de diciembre de 2012

Mi mundo cartonero


Cuando era muy chica tenía la costumbre de pedirle a mi mamá que me recortara todas las cosas que me gustaban de las revistas. Todavía está vívido el recuerdo de una publicidad de una libretita de Sarah Kay celeste sobre fondo oscuro y la desilusión de que al recortarlo de la hoja no se había materializado en una libretita de verdad.
Creo que ese fue mi primer contacto con la realidad de los objetos.

Pero el gesto de cortar y guardar se mantuvo. Tal vez más conceptual: me inspiro en algunas ideas, renuevo proyectos, me identifico con algo que leo, etc. No me interesa mucho la información como realidad en sí misma, sino con cosas que puedo usar para armar mi propio recorte.

Así que tengo una carpeta donde guardo todo tipo de cosas: viajes, lugares para visitar, paredes con alguna decoración para hacer algún día en otra casa, peinados, vestidos... El clipping empezó cuando era periodista freelance y tenía que pensar en sumarios para mi kioskito de revistas y diarios donde colaboraba y así fue creciendo.
Y aunque hoy existe internet, mantengo la carpetita acordeón intacta, sólo que se van renovando los recortes. Excepto por aquellos que me siguen interesando.

Y tiene algo de autodescubrimiento. Por ejemplo, me enteré que era fan de Lorrie Moore mucho antes de leerla siquiera. Tengo un artículo recortado de 2002 donde habla acerca del oficio de escribir.

Años después me la recomendó una amiga (ni me acordaba del recorte) y así empecé hasta que leí casi todo lo que tiene publicado. 

La manía de recortar también se aplicó a tomar notas de frases que me gustan, maneras técnicas de escribir, imágenes inspiradoras, esas cosas. Después no siempre entiendo porqué recorté o marqué algún párrafo. Tampoco importa tanto porque tal vez sea información ya procesada, parte de mí, de algún concepto internalizado o vaya a saber.

Así que entre mi cartonerismo encontré este pasaje:



"...Olena había aprendido a seguir la mirada de Nick, a percibir su lujuria y cuando por fin salía, aunque fuera para ir al trabajo, llevaba en la memoria los deseos de él. Miraba a las mujeres como las miraría él (...) de una manera furtiva o desembozada (...) contemplaba sus ojo y sus bocas y se preguntaba cómo serían sus cuerpos. Pero también era ella misma y por lo tanto las despreciaba. Le daban placer, pero también las hubiera golpeado (...).

Comenzó a ponerse prendas de Nick (...) para sentirlo cerca, para tratar de comprender porqué había hecho eso. Y en esta nueva empatía (...) creyó entender lo que era hacer el amor con una mujer (...)

¿Cómo podía ese hombre no amarla, no estar agradecido y maravillado? Ella era tan misteriosa, tan dueña de sí, un pensamiento no compartido daba brillo a sus ojos. Cualquiera desearía seguir con ella para siempre.
Un hombre enamorado, eso era un hombre enamorado. 
Tan distinto de una mujer. Una mujer limpiaba la cocina. Una mujer daba y ocultaba, daba y ocultaba, como algunos juguetes mecánicos."


(Lorrie Moore, Vida Comunitaria en "Es más de lo que puedo decir acerca de cierta gente").


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