jueves, 1 de noviembre de 2012

Fina stampa





La ropa tiene un kilometraje implícito: el jean es todo terreno, el pijama tira hasta la puerta de abajo, las ojotas van unas 5 cuadras y la planta del pie en mi caso no va más lejos que la puerta de la habitación. 


Pero la joguineta tiene un ancho de banda indefinible: sirve para trabajar, para dormir, pero también para bajar al chino o pasear al perro. 
Si en algo se destaca la joguineta es su propiedad intrínseca de rebote: vas y venís. Por eso también te puede llevar al banco, a la prepaga y hasta algún viaje relámpago en auto.


Las joguinetas deberían venir con un timer: más de 5 minutos o 5 cuadras y después se autodestruyen.


Sino puede pasar como el otro día que me bañé, me calcé mi joguineta favorita (disimuladora, de violeta furioso, calentita, de algodón y con tiritas ajustables) y así estuve todo el día sin darme cuenta de la hora. 
Salí apurada y apenas crucé la avenida algo cambió para siempre: de un lado, yo con pantalón de puños, maxi ojotas y remera con estampa; del otro,  mi impunidad atropellada por el 152.



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