viernes, 29 de mayo de 2009



Por Muppet M


Soñé que eras un taxista. Yo salía de mi casa, una casa que ya no existe más y vos estabas ahí, en la puerta, con el brazo afuera de la ventanilla.

Después, con la velocidad de un pestañeo, en la esquina.

No sé qué me decías, sólo me importaba que eras vos, me pasabas a buscar por donde no pensé que podrías encontrarme y estabas ahí. Y pensé "viniste."

En eso pensé.
Era llamativo que estuvieras ahí, que estuvieras.

Sonó aquel tango que habla de las banderitas de taxi libre, de la luna rodando por Callao. Quereme así piantao.
Promesas de amor poco posibles.

Cuando anochezca mi porteña soledad, por la ribera de mi sábana vendrás con un poema y un trombón a desvelarme el corazón.

Aparecen clichés de que volamos juntos como del lado oscuro del corazón.
La luna, lo redondo, lo obvio, el lado oscuro. Mi corazón.

Un taxista testigo de
Los miles de taxistas testigos de

Ahora te convertías un testigo permanente, me llevabas a pasear, me esperabas en una esquina. Eras Rolando, qué otro nombre podrías tener. Qué otro nombre podría tener un taxista que va por el asfalto sobre cuatro ruedas que ruedan, rotan, rolan.

Es tan poco sutil todo a veces.

Las historias de culebrón y Rolando al rescate de Soledad.

Qué hace un taxista que enamorando mujeres, dice un berreta.

Los lagos de Palermo son un autocine donde vivimos funciones privadas hasta que llega la policía. No pudo reprimirme y digo joyanuncataxinipatrullero.
Mi tacherito errante. Como un acróbata demente saltaste sobre el abismo de mi escote y me enloqueciste el corazón de libertad.

No sé qué hacías disfrazado de taxista. Los taxistas no van lejos.
Los tomo cuando llego tarde.
A veces cuando me tomo un taxi llego temprano.
Llegamos tarde. O temprano.

Siempre a destiempo.

A veces llego hasta donde quiero ir.

Depende de quien maneje.


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