Por Muppet M
No es sólo que no me agradan ciertos olores, sino que no hay poder humano ni racionalidad posible que me aleje de ciertas combinaciones feromónicas. Será que va directo al cerebro, no sé. Para mí es lo más parecido a tomarse una cápsula de irrealidad. Por eso creo que si algún día se inventara finalmente el tansbordador de materia, estoy segura de que tendría el mismo mapa molecular que un aroma (ni idea cómo sería eso).
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Para mí los aromas no tienen que ver con el gusto, sino con el tacto. Van directo a la piel. Es una aparición de los planos paralelos, un chssst y un dedo que toca el hombro para que te des vuelta a sentir otra dimensión.
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Yo no entiendo porqué están tan paranóicos en los aeropuertos, si son espacios inhumanos, sin olor. Ni un gérmen puede sobrevivir. Ni siquiera en el free shop hay olor de verdad. Hay perfumes, pero no hay olor.
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Cuando sucede alguien en mi vida, cambio de perfume. Dejo atrás la piel anterior (si es eso posible). Me compro una crema con otra fragancia, esas cosas. O a veces (es involuntario) sucede que alguien viaja y se compra un perfume o un desodorante nuevo que yo (egoísta) ayudo a elegir. Ninguno sabe que esos perfumes que se compran son el mejor regalo que pueden hacerme, son tatuajes invisibles en el hipotálamo. Sólo míos, totalmente secretos que nadie podría jamás decodificar ni controlar.
Los otros no saben el aroma que generan, nunca nadie sabrá qué aroma me recuerda a quién.
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No. A veces no es posible dejar atrás la piel anterior aunque se cambie de crema, de desodorante, de shampoo, de jabón, de perfume, de rutinas, de horarios, de barrio, de país.
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Es difícil compartir la referencia a un aroma, que una misma (fragancia) sea una autopista hacia un lugar compartido, pero a veces pasa. Uno de mis hermanos y yo, por ejemplo, sabemos perfectamente a qué nos referimos cuando algo "tiene olor a Estados Unidos".
Las ciudades tienen olor distintivo y creo que cuando puede identificarse en cualquier parte, en cualquier cosa, es que ese aroma tiene cierta forma de hogar.
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La primera vez que me enamoré tenía 12 y se llamaba Hernán.
Creo que nunca nos hablamos en los dos años que duró nuestra "relación". Yo estaba tan enamorada que le escribía cartas de amor que jamás le envié (ahora no escribo cartas, pero es más o menos parecido).
Lo conocí cuando cumplí 12, vino a mi casa de colado y cuando abrí la puerta me enamoré. Me llama la atención cómo algunas cosas no se modifican por más edad y experiencia que suceda en el medio, porque me siguen gustando más o menos la misma clase de hombres: timidones, perfil bajo, pero con algo intenso en la mirada y después, surprise! Será porque yo también soy un poco así.
Hernán siempre me sacaba a bailar. Si nos cruzábamos en una fiesta, él me sacaba a bailar. No me quedaba claro que yo le gustaba, porque sólo me sacaba a bailar, nunca me hablaba, ni me invitaba tampoco a tomar un helado o algo así. Pero como me gustaba mucho y no esperaba nada bailaba siempre con él que me respiraba cerca del cuello.
Ahora me doy cuenta que él es el responsable de haber inaugurado esas sensaciones que me pasan en la nuca a veces.
Bailábamos un cassette entero, vuelta y vuelta y el siguiente. Sin parar. Se me cansaban los brazos, pero no importaba. Esperaba ese momento en que él juntaba valor para subir despacito. Yo contenía la respiración y cuando se acercaba demasiado no lo podía evitar. Me sobresaltaba y me iba (al balcón, al sillón, donde fuera).
Él se enojaba bastante. No me decía nada, pero iba y sacaba a bailar a otra. Me miraba desafiante mientras bailaba con Verónica. No cerraba los ojos ni siquiera cuando la cosa se ponía más intensa entre ellos.
Yo me enojaba porque qué necesidad hay de que estén con otra.
Después pasaba un tiempo y me volvía a buscar y si podía me me corría a la salida del colegio, o me rompía un cuaderno, esas cosas. Yo me dejaba corretear, pero nunca me acercaba, nunca tampoco concretaba.
Así quedó entonces la historia con Hernán: trunca.
Años después me pasaría muchas veces más. No exactamente así, pero sí eso de tener que dejar atrás historias desencontradas con personas que te sacuden el piso, que te miran mientras bailan con otras.
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Los abrazos fuertes de Hernán me los acuerdo hasta el día de hoy. Y en esa época, me duraban una eternidad. Lo que más me conmovía era descubrir el perfume de él en algún abrigo que yo hubiera usado en alguna fiesta.
A través de una amiga, que era prima de un amigo de él, averigué cuál era el nombre del perfume que usaba. Ahorré durante bastante tiempo y cuando junté suficiente lo compré. Pedí que me lo envolvieran para regalo y una vez en casa lo escondí en el placard para que nadie lo descubriera.
A Hernán lo echaron del colegio al que iba y no vino más a las fiestas, ni a la salida de la escuela, ni a los demás lugares donde nos cruzábamos.
Nunca le di el perfume. Lo tuve conmigo mucho tiempo y cada noche antes de dormir le rociaba el mameluquito rosa de mi muñeca y la abrazaba al dormir.
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Algunos abrazos, algunos aromas, todavía los extraño.
5 comentarios:
me gustó mucho el post, especialmente la última parte :)
Estimado/a anónimo/a:
Gracias.
"Cuando sucede alguien en mi vida..." es una buena frase.
Saludos, Muppet.
Saludos, Tres Caídas!
muy bonito! gracias por recomendarlo.
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