viernes, 28 de marzo de 2008

Nuevos odios (aunque no tanto)

Por Muppet M
1) La gente que se saca fotos haciendo gestos de surfer y similares con sombreros de cowboy.

2) La gente que usa sombreros de cowboy.

3) Los sombreros de cowboy.

4) Ir a Garbarino o Frávega o cualquier lugar donde vendan electrodomésticos y yo necesite comprar uno, decidir cosas relacionadas cuando nunca tengo ni idea ni me importa, convivir durante 30 minutos con clientes enajenados, vendedores con barbita candado en pantalones grises tres talles más ajustados y cajeras que hacen tictictic con las uñas plásticas contra la botonera.

5) La gente que usa una nube de perfume hecho de glándulas sudoríaparas de ciervos salvajes y te lo pega a la piel cuando te saluda.

6) La gente que no me provoca al menos un mini odio.

7) Como siempre: la gente que desconoce las reglas de convivencia ciudadana y estorba en la calle porque no entiende que en las veredas también hay carriles de velocidades.

8) La gente que desconoce las leyes de la proxemia y te habla o se sienta demasiado cerca y te invade la burbuja.

9) Aunque a veces pasa que alguien entra en la burbuja y las leyes (de proxemia, del buen gusto, de gravedad, de tránsito) dejan de tener toda importancia.

martes, 25 de marzo de 2008

Jornadas Nacionales de Narrativa y Poesía 2008

Miércoles y Jueves 26 y 27 de marzo de 14.30 a 19 hs.

Fundación Avon: Lavalle 1749

Programa Jueves 27/3

15 hs. Silvia de Lourdes Acevedo, Agustina Bazterrica, Laura Palacios, Beatriz M. Guerra de Abbruzzini

16 hs. Sofía Castaño, Andrea Jauregui, Mónica Soave, Mariela Ghenadenik

17 hs. (Poesía) Raquel Fernández Lidia, Inés Palacios, Ana María Pedernera, Ana Verónica Suárez

18 hs. Noemí Irma Brown, Marcela Cruzat, Inés Garland Mireya Keller

19 hs. Cierre: María Granta y María Esther Vázquez

Entrada libre y gratuita


martes, 18 de marzo de 2008

La suma de todos los miedos


Por Muppet M

Hay miedos más obvios que otros.
La mayoría de la gente tiene miedo de cosas que implican peligro, como caerse de un precipicio y cosas por el estilo.
Hay miedos obvios, los que sufrimos con las películas de terror y después de ver alguna (aunque las evito por todos los medios), tengo que caminar por mi casa con todas las luces prendidas y no suelto la percha por nada del mundo (por cierto, una vez quise probar la resistencia de la caja de luz y encendí todas las luces existentes en mi casa. Pero no, no explota nada).
Ciertos miedos incluyen esa adrenalina porque la propia habilidad y la suerte juegan por partes iguales; como aquella vez que me quedé atrapada en la mitad de Las Heras y Salguero: los colectivos casi me raspaban y si no quedé aplastada contra el asfalto fue de pura suerte y porque siempre fui muy escurridiza.
Hay otros miedos que se mezclan con el asco y creo que ese es un buen comienzo para una fobia: pensar en una araña, por chiquita que sea (salvo que esas que parecen medio mosquitos y se mueven medio como pulguitas) me hace pegar un salto, sentir escalofríos, arrugar la cara y pegar un grito, todo eso junto.

Una vez en el Delta, una sudestada trajo toda clase de alimañas, algunas muy curiosas. Pero más que un poco de asco no siento nada por esas criaturitas. Pero cuando una araña negra y verde, de dimensiones descomunales intentó coronar mi cabeza bajando por la pared, hice un grand jeté hasta la habitación pegando un alarido y, a pesar de los escobazos valientes de quienes me acompañaban, no pude salir hasta el día siguiente y me tuvieron que pasar la comida por abajo de la puerta (por suerte el baño estaba dentro de la habitación). Debe ser algo en las patas, en cómo se mueven. (Ajjj, no sé. No puedo pensar ni medio instante).

Y hay miedos ridículos, como cuando de chica cualquier luz que se moviera en el cielo me hacía pensar en Ovnis que me venían a abducir, a dominar la Tierra como en Invasión Extraterrestre y por las dudas practicaba caras de niña intergaláctica en el espejo (Kyle, el morocho, estaba TAN bueno...). He llegado a despertar a mi papá por las noches, diciéndole que tenía miedo, que se quedara conmigo, pero me daba verguenza contarle qué era lo que realmente me daba miedo, hasta que finalmente le decía y él me aseguraba que esas cosas eran puras fantasías pero ¿cómo podía él realmente saber que no aparecería una flota de naves nodrizas alguna vez?

Lo más ridículo de todo es que ciertos miedos de la infancia todavía permanecen. Por eso no voy al Uritorco, ni juego al Ouija ni tampoco camino por encima de los aire y luz de los subtes. Y esos miedos se suman a otros, que acumulé de grande, que no se remiten a un objeto ni a una acción, sino a una serie de sucesos y conceptos. Y esos miedos no se manifiestan con feromonas, ni adrenalina ni gritos o saltos. Son certezas pavorosas, frases que la mayor parte de las veces empiezan con un "Nunca voy a..." "Siempre va a pasar que..."

viernes, 14 de marzo de 2008

Por Muppet M

Ayer en el oculista, mientras el tipo me probaba lentes redondos de diversos aumentos (¿por qué esta gente no tienen espejos? Me imaginaba siniestra como Ben en LOST), no pude evitar sentir una curiosidad hipnótica hacia su caja de boticario, esa que tiene incontables lentes redondos a lo John Lennon, promesas psicodélicas de aumentos engrosados sobre ojos que apenas tienen alguna desviación.

Con la misma intensidad con la que el tipo hizo fondo blanco de nesquik y más tarde agujereó el papel de la receta de anteojos con un biromazo, su dedo índice en mi coronilla me desvió de la caja de lentes hacia las letras redondas proyectadas en la pared, como una moneda apoyada sobre el canto que empieza a girar con un golpe de dedo.



Insistente, yo no podía dejar de curvar la mirada hacia la caja. No sé qué fue lo que me dio tanta curiosidad. De pronto tuve ganas de ver cómo sería el mundo si lo viera distinto.
"Mire al frente," ordenó mientras me retorcía, mi cabeza una pelota de básquet bajo su índice dictador.

Después me sentó en uno de esos banquitos de taburete redondo, con una mano me tiró la cabeza para atrás y con la otra tiró al blanco del ojo unas gotitas que luego me enteré que eran anestésicas. La mano inmovilizadora me ignoró por completo y de los dedos-tenaza surgieron reminisencias de la naranja mecánica en mi ojo derecho.
"I´m singing in the rain..." empecé a taraear. Pidió que guardara silencio y con una maniobra de pulpo logró que una luz blanca fuera lo último que viera mientras hacía globología con mis pestañas.

Una vez en la calle, las veredas dejaron de ser planas, los ficus se convirtieron en plantas carnívoras como en La Tendita del Horror y esta especie de Dr. Menguele había ampliado mi campo visual hasta hacerme ver todo doble; los flashbacks metadejavús se convirtieron en terribles flash forwards improbables y reales a la vez.
Los planos del vórtice se me confundieron por un instante, tal vez me dejaron bizca.
Por suerte no vi ninguna luz blanca; sólo seguí caminando.
Pero creo que algunas cosas las empecé a ver distintas.

lunes, 10 de marzo de 2008

Metadejavú

Por Muppet M

Últimamente tengo deja vus de los deja vus.
Un metadejavu que me deja más confundida que cuando tengo los deja vus habituales.
Y se convierte en una espiral, como los pochoclos Josecito (se me cayó una sota, ¿o siguen existiendo?), donde Josecito sostiene un paquete donde hay otro Josecito sosteniendo un paquete de pochoclos que sostiene a otro Josecito que... Una rosa, que es una rosa que es una rosa...
Yo solía mirar la bolsa sin pestañear hasta quedarme ciega (creo que ahí nacieron mis problemas de vista) porque quería descubrir el dibujo primario, el inicio inasible de Josecito en la bolsa de pochoclos, hasta que me pudría y lo tiraba a la basura porque nunca me gustó demasiado el pochoclo.