martes, 15 de mayo de 2012

Bochorno 2.0







Cometí un grave error: dije que sí a sincronizar mi agenda de gmail con el Linked in. Primero pensé que lo peor era recibir mails cada 28 segundos. 
Pero ese fue sólo el comienzo: gente que desconocía me empezó a aceptar la supuesta invitación a "conectarnos". Otros, respetuosos, me preguntaban de dónde nos conocíamos y ahí tocó dar explicaciones de porqué agregaba gente masivamente sin querer.
También pasó que algunos, suponiendo un potencial (laboral, supongo), sugirieron reunirnos cara a cara. 


Ahí recordé que el gmail guarda todo. Que mi impulso wall - e con todo lo que me rodea aún no había llegado tan lejos como limpiar mis contactos de mail. Ahora que me toca hacerlo me resulta más abrumador que una mudanza.


Pero tampoco todo terminó ahí. En ese magma de direcciones había, también y por supuesto, mails de ex (empleadores, compañeros, ex). Gente con la que ya no querés estar "en contacto". Alguno me agregó, no me molesta. Pero pienso en esos en los que no hubiera querido volver a contactar jamás. De pronto, mi nombre en su bandeja de entrada, el pedido (?) de que deseo volver a tenerlos en alguna dimensión de mi vida. La incierta probabilidad de que supongan que fue algo involuntario y automático. Me irrita imaginarme la nano satisfacción de alguno ante mi error, error. 
Nadie piensa que el otro es torpe, se piensa "ah, mirá, no puede olvidarme" o "se dio cuenta del error que hizo cuando renunció" o "jah, ahora quiere", etc. 
¿Cómo saber si es el inconsciente o la torpeza lo que actúa? ¿Qué es más poderoso? 


Algunos lo habrán deducido, otros, como el caso de este ex compañero bien garca, no: "así que ahora me volvés a agregar. Qué bien, yo todavía te estimo". 


No hay comentarios: