Por Muppet M
También se vive todo con menos dramatismo, porque si tenés que bajar a abrir no podés echar a nadie dando un portazo cuando todo se terminó. Hay que respirar hondo y mirar la pared del ascensor pase usted, después de usted y tratar de no pensar en metáforas berretas descendemos despacio y es irreversible. Las tramas que se imaginan son pegajosas si abro la puerta y nos quedamos acá para siempre y veo cómo tus labios tiemblan tristes, descubro algo nuevo después de tanto tiempo. Vivimos acá, juntos. A veces me imagino cómo sería vivir en lugares imposibles.
Hace rato que ya no es posible abrir la puerta de calle desde arriba (salvo casos muy excepcionales). Y esta nueva realidad a la que hubo que adaptarse no sólo perturbó la comodidad, sino que trajo otra clase de complicaciones, como vivir con menos espontaneidad. Para ciertas aventuras hay que tener un edificio con seguridad las 24 horas; como el caso que me contaron, de alguien que vive en una torre y por eso puede hablar de anécdotas acerca de cómo cumplió la fantasía del mensajito de texto esperame con.
También se vive todo con menos dramatismo, porque si tenés que bajar a abrir no podés echar a nadie dando un portazo cuando todo se terminó. Hay que respirar hondo y mirar la pared del ascensor pase usted, después de usted y tratar de no pensar en metáforas berretas descendemos despacio y es irreversible. Las tramas que se imaginan son pegajosas si abro la puerta y nos quedamos acá para siempre y veo cómo tus labios tiemblan tristes, descubro algo nuevo después de tanto tiempo. Vivimos acá, juntos. A veces me imagino cómo sería vivir en lugares imposibles.
Hay cosas que ya nunca van a suceder, como que alguien se arrepienta y toque el timbre, grite por el balcón no puedo vivir sin vos. El trayecto hasta que se baja a abrir mata cualquier arrebato.
Nadie se pelea en un ascensor. El miedo a que se caiga supera cualquier arranque. Sólo queda mirarse fijo y no decir nada que altere la tensión, después bajar la mirada, ver de reojo que al otro le tiembla el labio. Nada de llantos, que el otro tenga que abrazarte. Hay que ser civilizados y contener la respiración como si en vez de un ascensor se estuviera dentro de un submarino.
Se abre la puerta, ¿quién pasa primero?
Silencio antes de echar llave. Alguno de los dos quiere que ese momento ya no se dilate más. Y el otro sí, ve en esos segundos la última oportunidad de cumplir un último deseo. Es raro saludarse también. Un beso en la mejilla es artificial, pero inevitable. Como el primer beso, pero el último.
El labio desdibujado se ve distinto. Cuántas otras cosas desconocerían ya de ambos.
Se cierra la puerta de calle y es extraño ese primer momento cuando se empieza a sentir la distancia. Y otra vez, las imágenes para describir cualquier aspecto de la escena son absolutamente olvidables.
Si volvieran los timbres tal vez habría historias más interesantes para contar.
4 comentarios:
Muy bueno.
Querido Tres Caídas:
Gracias y saluditos!
No creas, los arrebatos llegan igualmente.
Te acostumbras a vivir con el ascensor, y directamente quedas a hablar esas cosas, a mandar al carajo o a decir que quieres a esa persona en un lugar en el que sabes que los arrebatos los puedes llevar a cabo.
El ascensor, hay veces en que incluso favorece que esa persona que te espera arriba se ponga más nervioso/a, y crea situaciones más extremas que si te ve de sopetón en la puerta.
También enfría sentimientos, pero en el tic del ojo siempre se nota que es una máscara de engaño.
Makafu:
Es cierto. Capaz el tema es que hay quienes no son capaces de tener arrebatos en ninguna circunstancia.
Muchos saludos!
Publicar un comentario